Todos tenemos días en que definitivamente, lo peor que pudimos haber hecho, es salir de la cama. Ahí, seguros, tranquilos, calientitos y protegidos es dónde mejor podríamos estar.
Ya el día inicia mal cuando pasada la media noche sigues en el teléfono con aquél amigo que te llama esporádicamente pero que cuando estalla su matrimonio acude a desahogar sus penas contigo. Y lo dejas hablar, claro. Los amigos están para escuchar, aunque sea la tercera vez que te cuenta que la vez del cumpleaños de la abuela ella se portó grosera también.
Finalmente se cansa de quejarse y recuerda que tiene que trabajar al día siguiente, justo como tú. Cuelgas y te vas a la cama con la ilusión de dormir unas horas. Pero los perros de tu vecino no piensan lo mismo e insisten en deleitar a todo el barrio con un concierto de ladridos y aullidos. Para cuando suena el despertador, te sientes más cansado que antes de irte a acostar! Y cuando estiras la mano para apagarlo, accidentalmente tiras la lámpara y un vaso con un poco de agua. Por la prisa para limpiar, te golpeas el pie con el borde del buró. ¡Y cómo duele! Te sobas y refunfuñando, te metes a bañar para descubrir que no hay agua caliente y a lo más que puedes aspirar es a un baño súper rápido y a medias. Al menos ahorras agua.
Ya es tarde y vas sin desayunar a la oficina. Tráfico infernal y todos andan como zombies. Llegas tarde y no hay espacio en el estacionamiento. Hay que dejarlo en la pensión que está a un par de cuadras. En otras circunstancias, te hace bien caminar pero lloviendo... Regresas a la oficina hecho una sopa a pesar del paraguas. ¡Pueblo Mágico y calles empedradas, mis huevos!
Apenas son las 9:00 y nada ha salido bien. Te diriges a la cocina para comer algo y descubres que no sirve la cafetera. Te zampas el sándwich como va. En el útimo bocado alguien tiene que hacerte la maniobra de Heimlich, justo antes de que se fuera la luz por algunas horas y los mandaran a todos a casa.
Finalmente, estás en casa. Agotado, enciendes la TV, te desvistes, te pones la pijama y te metes en la cama para descubrir que olvidaste pasar por el bebé a la guardería.
Y no es que sea mi día... Me han contado.
3 comentarios:
Recuerda que hasta el peor día de tu vida sólo tiene 24 horas.
Besos y aullidos para ti.
si aja mi querida Andy eso solo pasa en als peliculas
Jajaj, sí, a mí también me sonó a película... eso de olvidarte del bebé fue la cereza del pastel!! Jajaj!
Un abrazote mi adorada!
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