Drogas lícitas.

¿Qué pensarías si tu hermano(a) te da la noticia de que su novio(a) es adicto a alguna droga? ¿Te espantarías? ¿Tratarías de ayudarle? ¿Le pedirías que dejara la relación? ¿Te enojarías porque se involucró con alguien adicto?

Ok, ahora veamos las cosas desde otra perspectiva: A la gran mayoría nos ha pasado que abusamos del alcohol alguna vez. Y no es necesario que hayamos tomado demasiado, simplemente a veces nos “pega” más fuerte por tener el estómago vacío o incluso por nuestro estado de ánimo. Pero hay quienes no controlan su consumo de alcohol y lo convierten en una rutina auto-destructiva.

Lalo sale cada fin de semana con sus amigos a alguna fiesta o un antro. El pretexto es lo de menos, puede ser un juego de futbol, el cumpleaños de alguien o la quincena. El viernes su esposa sabe que no llegará a casa hasta el domingo y lo prefiere, pues recién casados la golpeó estando borracho. Sale de la oficina y se dirige con sus compañeros a un bar cercano, donde pide un trago tras otro hasta que prácticamente no recuerda que pasó ésa noche. No sabe cómo llegó a un hotel y tampoco quién es el tipo que está con él, –“Seguro un compa de borrachera”-. Se levanta, se baña sin hacer ruido, toma sus cosas y sale a la calle a buscar algo para comer. Entra en una cantina y come y bebe al mismo ritmo. Sus recuerdos del día nuevamente se hacen borrosos. Despierta adolorido en una banqueta. Su cartera no está. Pide dinero a gente que le rehuye afuera del metro para poder regresar a casa y camina varios kilómetros. No sabe qué pasó pero se siente mal y le duele todo el cuerpo. Cuando llega a su casa se mira en el espejo y se descubre desfigurado a golpes. Duerme el resto del día, su esposa no aparece y el lunes que regresa a la oficina todos lo miran extraño. Uno de sus cuates le hace burla de su conquista masculina del viernes. Vuelve a casa y nota que mujer e hijo tienen varios días de haberse ido a vivir a otro lado. -“Ya regresarán”- y para paliar la soledad canjea la grabadora por cervezas, por lo que perderá su trabajo. No volverá a ver a su hijo y en 16 meses descubrirá que es portador del VIH. Terminará sus días bajo las llantas de un autobús, y con mucho alcohol en las venas.

Ahora, ¿hay diferencia entre tu cuñado(a) y Lalo? La primera, es que hay muchos más Lalos en éste país porque el abuso del alcohol está permitido socialmente. Todos te presionan para que “entres en calor”, “te pongas en ambiente” y “sienta el cuerpo lo que recibe” en las reuniones y fiestas desde que alcanzas cierta edad, y eso pasa hasta en el ámbito familiar. –“A cualquiera se le pasan las copas”- te dirán si haces algo indebido bajo el influjo del alcohol la primera vez. –“Ve haciendo estomaguito”- dirán otros.

A diario mucha gente resulta lastimada e incluso muerta por conductores ebrios, maridos golpeadores, maleantes y demás gente embrutecida. Parece ser el deporte nacional (e internacional) por excelencia y los chicos y chicas desde muy jóvenes consumen alcohol sin control en cantidades impresionantes.

Y no importa si es mezcal de 20 pesos el litro, vil alcohol del 96, Bacardí o Whisky escocés de 12 años. El daño emocional es el mismo y las consecuencias, terribles.