lunes, enero 26, 2009

Las enseñanzas de San Luis Potosí.

Hoy ‘me hice de palabras’ con alguien por aquí e irremediablemente me acordé de los espectaculares agarrones que me puse con los mochos mente-cerrada que iban en mi escuela cuando (¡Oh!) mi madre nos escondió en San Luis Potosí. Es una historia larga pero se la van a tener que soplar. Ahora, si no quieren, suspendan la lectura aquí y lean un mejor blog. No es difícil porque cualquier lo supera. Si no me creen, denle clic a cualquiera de los links a la derecha.

Y la historia es ésta: Resulta que cuando yo tenía 14 años y vivía en una alegre fantasía clasemediera al marido de mi mami lo acusaron de cometer un cuantioso fraude contra el banco para el cual ambos laboraban. Nosotros ni enterados de cómo estaba grueso el asunto hasta que un día llegamos a casa y habían desaparecido los lindos muebles estilo japonés laqueados en negro y vino que apenas meses atrás habíamos estrenado... y con ellos, los 2 autos, los electrónicos y la seguridad de mi familia. ¡Hasta mis discos se llevaron los muy jijos! Entonces mi mami, que es muy lista ella (aunque a veces me dan ganas de darle sus zapes), decidió que nos enviarían a algún lugar lejano (ajá, SLP es bieeeen lejano) para que no corrieramos peligro pues el fraude ése estuvo grueso y las investigaciones, peor.

Nos mudamos y conseguimos un depa amplio y bien iluminado. Tan bien iluminado que en las noches de luna llena ésta me despertaba al darme en la cara porque no teníamos más que de ésas cortinas delgaditas que transparentan. Bueno, pues como me rechazaron en la escuela para señoritas más nice de SLP porque mis padres eran divorciados (¡Yisuscraist!), me mandaron a la primera en la que me aceptaron, la cual resultó estar plagada de niños bien y niñas mal que disfrutaban discriminándome por ser a) chilanga b) morena c) pobre. Ahí conocí a una niña cuya familia había emigrado de León y como ambas estábamos “apestadas”, vivíamos cerca y teníamos hermanos de la misma edad, nos hicimos amigas. Fui muy feliz yendo y viniendo de la escuela con mi amiga, saliendo a conocer el pueblo... ejem, la ciudad, en el perimetral, comprando cerveza a escondidas para embriagarnos solamente con dos, espantándonos con las leyendas del barrio de San Miguelito, haciendo dizque trabajo comunitario y demás cosas que comunmente hacen los adolescentes rechazados.

Ellos ignoraban que un día llegaría un profesor (ahora diputado, por cierto) que nos conminaría a debatir y que me iba a animar a discutir temas peligrosos como el aborto,la cultura, el matrimonio, la política, las relaciones sexuales, la inseguridad y el amor. Cuando ése profesor llegó y yo salí airosa de los debates nadie me tumbaba el ánimo ni metiéndome el pie, escondiéndome la mochila o robándose mi dinero para el “lonche”. Fui feliz y hasta me conseguí un novio que escuchaba música en Inglés (porque allá sólo conocían a los temerrancios y a bronco). Pero bien dicen que nada es para siempre y se me ocurrió celebrar mis XV años en el DF con todos mis amigos y familia a la que no veía hacía años.

Al inicio sería una fiesta sencilla sin vestido de muñeca de pastel, ni bailes, ni vals ni nada. Una simple fiesta y ya. Pero mi abuelo se emocionó, mi madre le siguió, invitó hasta al perico y asistieron todos mis amigos, algún enemigo y se deleitaron haciéndome bailar con todo mundo. Tan feliz estaba yo que cuando me dijeron que me tenía que regresar a SLP después de la fiesta me negué. Y no me regreso, no me regreso y no me regreso. ¡Y que me regresan! Duré en SLP una semana, agarré mis mugres (que en realidad eran como 5 mudas de ropa) y me regresé al DF a vivir con mis abuelos.

Me aceptaron sin problema en mi anterior escuela gracias a mi promedio (o memoria fotográfica combinada con ñoñez) y volví a ser sociable y adolescente normal (whatever that means).

A uno de mis compañeritos me pareció verlo como ayudante de microbusero (¿existe eso? ¿alguien que te ayude a hacer pendejadas mientras vas manejando?) por el rumbo de Santa Fé pero no estoy segura. Igual se me quedaba viendo mucho pero no me animé a preguntar porque soy re-paisana. Además no hablo con extraños, mja.

Con todo y eso, vivir en San Luis Potosí me enseñó muchas cosas:
1) Que hay que ahorrar agua si tan sólo tienes dos horas al día con el servicio.
2) Que mi amor por la lectura sirvió de algo.
3) Que siempre puedes callarle la boca a quien opina sin saber.
4) Que debes tomarles fotos a tus lugares favoritos o corres el riesgo de que los conviertan en cremería cuando regreses a verlos.
5) Que los maestros en realidad pueden enseñar algo si quieren.
6) Que los abuelos son la neta del planeta.
7) Que un fraude puede llegar muy lejos y afectar a quien ni la debe ni la teme.
8) Que Tangamanga no es una palabra relacionada con ropa interior.
9) Que las cosas materiales no me hacen feliz.
10) Que no había mucho que hacer en SLP en ésos tiempos.

Buen inicio de semana pa' todos!!

P.D: Me informan que actualmente tampoco hay mucho qué hacer en SLP. Yo voy en agosto y les platico.

4 comentarios:

Mafalda dijo...

...

Jajaja...
Oye mija, que bueno que te figaste de esos rumbos.
Capaz y ahora fueras la fundadora de la vela perpetua jejeje...
Y eso de la música en aquellos rumbos tienes razón.

Aunque creo que aquel que es diferente (me refiero a los que traen en la sangre el signo de interrogación circulando, y al traerlo no se tragan con facilidad lo que les quieren meter en la cabeza) se crie donde se crie, va a mostrar la calaña de la que está hecho.

Mija, y esas cosas que aprendiste, ni en la mejor universidad las habrías asimilado.

Chido tu post, me cae que ¡ Sí !

Un saludo de lunes.

Mafalda

FENIX dijo...

Muy bueno, muy bueno tu post, te imaginé clarito en esos lugares y en ese tiempo.

un abrazo a ti y a tu familia.

Juan de Lobos dijo...

¿por qué no aparece mi comentario que dejé ayer?
Te decía que todavía no hay mucho que hacer en S.L.P., pero que gracias a tu primero en todo y el que hice en mi blog reencontré a un amigo que trabaja allà.
Aullidos y besos para ti.

Anónimo dijo...

Muy buen blog ..te felicito