Rendida.

Llego de la oficina cansada, sin ganas de hacer nada y rápidamente me quito los zapatos altos y me tumbo en el reclinable con el remoto en la mano para ver la TV por un rato antes de iniciar con la rutina habitual de la noche. Enciendo la tele y comienzo el zapping. Nada interesante. La apago y me doy una vuelta por los discos. Encuentro uno que hace rato no escucho y tiene la virtud de transportarme. Decido apagar la luz, tumabarme en el sofá del estudio y disfrutarlo con un alto volumen ahora que no hay nadie en casa. Mis vecinos seguramente me adoran.

Sólo recuerdo haber escuchado cuatro canciones. ¿Me quedé dormida? De repente siento tus manos tibias recorriendo mis piernas y mi cadera. Sigo medio dormida pero la sensación es tan deliciosa que quiero más. De las piernas pasas a las nalgas y a los pechos. Yo gimo por más y me rindo a tus manos, ésas manos que siempre me han hipnotizado y fascinado. Tú sigues haciéndote espacio entre mi piel y la ropa. Me das un beso intenso pero breve y metes mano en mi entrepierna. El final llega rápido y el orgasmo es explosivo y húmedo. Me quedo inmóvil recuperando mis pensamientos. Cuando intento tocarte, ya has salido. ¿O fue tan sólo un sueño? Me levanto, quito el disco y pongo otro, uno que me active. Me pregunto nuevamente ¿lo soñé? cuando escucho el sonido del agua en la regadera. Anticipo que más tarde nuevamente me rendiré a tus manos.