jueves, junio 09, 2005

Niñez

Provengo de una familia en la que hubo mucho amor… que duró hasta poco antes de que yo cumpliera 4 años porque mi padre es alcohólico, razón por la cual mi madre no soportó sus pachangas y aunque yo jamás lo he visto borracho, él mismo dice que seguirá viviendo con los estragos de ésa enfermedad hasta que muera a pesar que hace un buen número de años no bebe más que un par de cervezas o un buen vinito. El caso es que mis padres se divorciaron y mi hermano y yo crecimos divididos entre dos familias y al mismo tiempo, solos porque la mayor parte del tiempo vivimos con mamá y ella siempre ha trabajado… cosa que no me cansé de reprocharle, pero que ahora comprendo. No cabe duda: los ciclos se repiten y ahora pasa lo mismo con mi hija.

Mis dos familias eran diametralmente opuestas: la de papá, llena de pintores, fotógrafos, profesores, catedráticos, músicos y demás artistas. La de mamá mayormente de gente de posición desahogada y ahí mis fines de semana y fiestas familiares transcurrían entre gente “inn” y pláticas acerca de sus viajes, sus maravillosos negocios, sus cirugías y tópicos relacionados aunque ni mis abuelos ni má permitieron que ese tipo de ideas nos sobrepasara y creciéramos con una idea distorsionada de nuestra realidad.

Era curioso vernos en casa de la abuela paterna: ahí nos era permitido tener toda clase de mascotas, ver TV comiendo, salir a jugar a la calle, desvelarnos, mojarnos, ensuciarnos, hurgar en el patio trasero y en sí, ser niños-desastre. En casa de mis abuelos maternos era diametralmente distinto: Cero mascotas, todo era limpieza y orden y el mal comportamiento era castigado. ¿Cómo olvidar aquella vez en que puse un perrito a vivir en la camioneta de mi tío? Todo era miel sobre hojuelas y el perro y yo éramos felices… hasta que mi tío tuvo que usar la camioneta. También las vacaciones de tiempo compartido eran largamente anheladas y ahí si se nos permitía de todo; viajábamos, comíamos y dormíamos con el traje de baño puesto y nos levantábamos antes de las 7 AM para ser los primeros en entrar a la alberca y generalmente éramos los últimos en salir a altas horas de la noche.

¡¡¡Qué ganas de ser niña otra vez!!!

2 comentarios:

Dra. Kleine dijo...

DIoses! me alegro de que nunca yo haya madurado...
aunque queridos amigos,no portarme como adulto algunas veces eso me ha causado ciertos golpes bajos.
Pero prefiero vivir la infancia en alguno que otro tiempo loco.

Freddy dijo...

hola, muy buenos recuerdos; aunque desarrollarse con padres separados ha de estar cañón....y con la madre trabajando muchas horas todavía más duro; pero ni hablar; así es la vida y hay que agarrarla como venga...saludos y que bueno que ya posteaste